jueves, 20 de octubre de 2011

Noticia: “Un 30% de mujeres no sabe quién es el padre de su hijo”


Ysabel Montoya es una de las 21 Mujeres Innovadoras más importantes del mundo, pero su padre no quería que fuese bióloga.


En 2006, Ysabel Montoya tuvo apenas un cliente, pero hoy tiene miles. (Luis Gonzales)



Gonzalo Pajares
gpajares@peru21.com

Ysabel Montoya dirige Bio Link, laboratorio especializado en pruebas de ADN (o paternidad). Acaba de ser nombrada, en el foro de la APEC, una de las 21 Mujeres Innovadoras más destacadas del mundo. Todo un ejemplo.

¿Siempre quiso ser bióloga?
Desde pequeña mi padre me lavó el cerebro. Instaló en mí la idea de ser médico, algo que fue su sueño frustrado. Quise hacerle caso pero, mientras estaba en la academia, me di cuenta de que no podía resistir el dolor humano y que ver sangre no iba conmigo. Igual, postulé a la Cayetano Heredia, pero no ingresé. Mi papá me dijo “Te presentas el próximo año”. Yo no quería quedarme cruzada de brazos. Me enteré de que había una carrera llamada Biología, que permitía el traslado a Medicina, y postulé a ella. Ingresé a la Ricardo Palma, fui feliz a contárselo a papá: “Ingresé”, le dije. “¿A Medicina?”, me preguntó. “No, a Biología”, le contesté. “Apaga la luz”, me dijo y se fue a dormir.

¿Cómo entró al mundo del ADN?
Gracias al doctor Guillermo Romero, quien me dictó los fundamentos del ADN, lo que me encantó. Mi tesis de licenciatura y mi maestría las hice en Cayetano, donde era practicante, es decir, lavatubos del laboratorio del Instituto de Medicina Tropical. Por entonces recién se iniciaban los estudios en ADN. Llegué a ser profesora de Cayetano. También trabajé para el Estado, y mi sueldo era ínfimo. En eso se convocó a una beca para hacer el doctorado en ADN en Cambridge. La gané y me fui a Londres. Mientras hacía mi posdoctorado, fui convocada por la gente de la Unión Europea, que me dijo que, si no regresaba al Perú después de terminada la beca, tenía que devolver toda la plata pues, como estaba en edad casamentera, podía casarme y quedarme en Europa.

Qué espanto…
Me gustaría ver a ese doctor y decirle: “Aún no me he casado” (ríe).

¿Cómo decide formar Bio Link, su empresa?
Trabajando para el Estado ganaba 50 dólares. Por eso, mientras estudiaba fuera, imaginaba qué empresa debía montar. Al regresar tenía el mismo sueldo, pero me daban algunas bonificaciones. Con ese sueldo, era obvio que me iba a cambiar de carrera. A los seis meses le dije al Dr. Jorge Arévalo que me sentía mal por ganar muy poco, que dejaba todo por formar una empresa, que mi familia no tenía por qué sacrificarse por mi egoísmo: el hacer lo que más me gustaba. Arévalo me dijo que quería ser mi socio. Así fundamos la empresa, en 1995.

¿Cómo llegaron a interesarse –y especializarse– en la prueba de ADN?
Cada prueba costaba cuatro mil dólares y se analizaba fuera del país. Estudié la prueba y le dije a Arévalo: “Esto lo hago de rutina y no cuesta tanto”. Arévalo estaba reacio al principio pues no quería la exposición pública y nunca faltan las personas malhabladas. “No quiero ir a los jueces a darles algún testimonio”, repite hasta hoy. Y así nació Bio Link.

¿Cuánto cuesta la prueba hoy?
Hemos invertido más de un millón de dólares y el dinero lo conseguimos gracias a mi nombre, pues conocían mi seriedad y mi manera honesta de trabajar. La prueba bajó de cuatro mil dólares a mil dólares; hoy está a 1,500 soles y hasta crédito damos (risas). En 2006 tuvimos un solo cliente; ahora hacemos miles de miles de pruebas.

¿Tantas dudas tenemos los peruanos sobre nuestros afectos?
El hombre es el que duda, siempre se pregunta si el niño que firmó es suyo. Por acá han pasado sujetos que han traído la ropa interior de sus esposas para que analicemos si los espermatozoides que hay allí son suyos o de otro hombre. Además, el 30% de las mujeres no sabe quién es el padre de su hijo.

¿Así de libres son las mujeres peruanas?
Sí pero, aun así, no superamos a los hombres (risas). Ah, por ley, la prueba siempre la paga el hombre, aunque sea la mujer quien solicite la prueba. Sí, eso es machismo (risas).

Su trabajo es bien importante porque lo que ustedes digan es una prueba irrefutable de paternidad…
Hacemos, mínimo, quince análisis. Para que la prueba sea válida debemos encontrar un 99.99% de marcadores válidos para afirmar que tal persona es padre de la otra. Si encontramos dos o tres marcadores que no coinciden, no es el padre. Detectar que alguien no es el padre es muy fácil.

Su empresa no solo hace pruebas de paternidad…
Exacto. A través del estudio del papiloma virus analizamos el riesgo de que una mujer llegue a tener cáncer en el cuello uterino. El problema es que el papanicolau te dice que ya tienes cáncer, no te lo previene. Hay diez virus que están altamente relacionados con el cáncer; si aparece uno, es probable que la persona desarrolle la enfermedad. También, a través del ADN, distinguimos el sexo de las aves: nos traen una pluma y les decimos su sexo. Y, finalmente, trabajamos en el área agroindustrial a través del análisis de la palma aceitera.


Fuente: peru21.pe


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